domingo, 16 de noviembre de 2014

Los cultos del Pacífico Sur (I)


Los llamados cultos del Pacífico Sur o Cultos Cargo, surgieron repetidas veces, desde la época colonial, entre las poblaciones nativas de las islas de los Mares del Sur y, en diferentes formas, en África y el Sudeste asiático. Mesiánicos en su naturaleza, expresaban de modo vital la conciencia religiosa, profundamente alterada, del nativo que se enfrentaba a un mundo rápidamente cambiante. Representaban su esfuerzo patético y a veces trágico por incorporarse a la cultura fomentada entre ellos por los colonizadores blancos. Sistemas exóticos a veces bizarros, de conducta ritualista, que en principio podrían parecer muy alejados de nuestro supuesto mundo moderno. Pero mi opinión es que en vez de repudiar los Cultos Cargo como un primitivismo inútil y erróneamente dirigido, deberíamos preguntarnos si algunos de nuestros propios movimientos sociales y políticos no son, de hecho, bastante parecidos a los Cultos Cargo, aunque tal vez menos ingenuos. Y también deberíamos preguntarnos si una comprensión simpática de esos cultos no es posible que nos dijera algo importante sobre los nativos y, también, sobre nosotros mismos. Pero empecemos explicando lo que son los Cultos Cargo. 
Durante años, después de la llegada del hombre blanco, los isleños observaron las actividades de sus jefes y gobernantes y quedaron desconcertados ante la poderosa cultura del hombre blanco. Los oían hablar de "kago" (una forma dialectal del "carga"). "Todo irá bien", decía el hombre blanco, "cuando llegue la kago" Entonces tendremos encurtidos y las ropas que necesitamos, y tijeras, y tabaco, que se nos está acabando. Cuando llegue el kago tendremos cerveza, whisky y arroz."

Muchas de esas mercancías eran cosas que no se les permitían a los nativos. Por tanto, "kago" tenía un significado muy importante para ellos. Era le llegada de los buenos tiempos, cuando a uno le gustaban los blancos y disfrutaba con lo que los blancos disfrutaban: la llegada de la carga. Es importante observar que la llegada de la "kago" era mucho más que una forma de tener riqueza y disfrutar de la buena vida. Estaba íntimamente relacionada con la cuestión, de importancia crucial, de la identidad del nativo y su relación con el hombre blanco. La diferencia entre el nativo y el colonial no era meramente la del color de su piel. Era la diferencia más radical entre aquellos que podían enviar cosas, a cambio de las cuales recibían la "carga", y aquellos que nunca recibían la carga propia y dependían del hombre blanco para una vida más bien miserable. 
Para un nativo pues, recibir su propia carga, sus propias mercancías, venía a significar su readmisión en la raza humana. Le hacía sentirse dignos de ser reconocidos como ser humano, como un igual del hombre blanco. El problema, por lo tanto, era de identidad, del lugar del nativo en el esquema de las cosas, de su realidad humana. 
El nativo tenía la sensación de que algo se le ocultaba. A la Biblia que le habían entregado el misionero cristiano, parecía faltarle una parte importante, precisamente la explicación de por qué uno recibían "carga" y se volvían iguales al hombre blanco, cómo se conseguía la evidencia tangible y concreta de la hermanad, una forma de vida compartida. Para tratar de adquirir esa información el nativo observaba al hombre blanco, que se ocupaba de un gran montón de papeles en su oficina. Veía al hombre blanco sentado en el porche de su casa y sin trabajar nunca –al menos en términos del nativo. De hecho, el hombre blanco parecía no hacer nada excepto ir de un lado para otro dando órdenes y firmando papeles… Y pronto aparecería un buque procedente del otro lado del mar, llenos de carga. 
El nativo trataba de entender todo eso. ¿Qué hacía el hombre blanco para conseguir que viniera la "kago"? Como el nativo nunca había visto una planta industrial y como el hombre blanco no se molestaba en explicárselo, el nativo desarrolló su propia explicación mítica de cómo aquella "kago" había llegado a existir: había sido producida por medios mágicos por los ascendientes difuntos del hombre blanco del otro lado del mar; el hombre blanco conocía el secreto de como comunicarse con ellos. 
Basándose en estas observaciones, el nativo desarrolló cultos de actividad simbólica, confiando en que lo pondrían en contacto con la fuente de la carga, con la "kago", creando así una situación en la cual la carga le llegaría también a él. y no sólo al hombre blanco.
Durante el movimiento Yali, nació el Culto de la Carga, el "Cargo Cult" en Nueva Guinea, hacía mediados de este siglo*. Alguien tuvo la idea de que las flores jugaban algún papel en el secreto mágico gracias al cual los blancos recibían su carga. Se observó que los blancos gustaban de tener jarrones y floreros llenos de flores frescas con las que adornaban sus viviendas y que también ponían flores sobre la mesa cuando se reunían varias familias para comer. Pensando que debía haber algún significado esotérico en eso, los nativos procedieron a decorar con flores no sólo sus casas sino también aldeas enteras, con enormes cantidades de flores. Haciéndolo así, tal vez la carga les llegaría a ellos. 
En el movimiento Cargo de Melanesia, los nativos destruyen su propia riqueza, no sólo los viejos tipos de "moneda" nativa, sino ¡también sus propiedades y sus cosechas y su propio ganado! La idea que les impulsaba a ello era que el que cree puede destruir todo lo que le une al pasado. Destrúyelo todo y siéntate y espera. En el plazo de tres días, de cinco días, de diez días, como recompensa por ese acto de fe, llegará "kago" y volverás a tener todo lo que has sacrificado, y además, todas las cosas. 

*Se está refiriendo al siglo pasado.

(Texto extraído del libro "Amar y vivir" de Thomas Merton)

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