viernes, 21 de noviembre de 2014

Los cultos del Pacífico Sur (III)


Un movimiento Cargo no necesita forzosamente ser violento o agresivo. A veces puede ser bastante pacífico, como el movimiento de la Danza India de los Espíritus, en Estados Unidos, en la década de los años ochenta. Se basaba en la idea de que si uno bailaba durante cinco días, se lavaba en el río y cumplía algunas otras prescripciones rituales, el muerto regresaría, la antigua forma de vida india se restauraría y los blancos serían expulsados de las tierras indias. El punto importante, que tienen en común todos los movimientos de los "Cargo Cults" , es esta especie de requerimientos rituales que deben ser realizados con perfecta exactitud. A veces es una danza o veces el ayuno, otras veces llevar un arma, pero el objetivo es siempre la destrucción de lo viejo como acto de fe en el futuro. 
La etapa final de todos los Cultos Cargo es, naturalmente, su derrumbamiento. El profeta de estos cultos puede despertar mucho fervor con la idea de que "kago" está llegando ya o a punto de llegar. Todo el mundo se siente terriblemente excitado y contento. Pero después, naturalmente, las expectativas no se cumplen. La "carga" no llega. La gente se desilusiona o, lo que es peor, se destruye. La Danza India de los Espíritus, por ejemplo, fue interrumpida por las tropas de Estados Unidos, que causaron una matanza. Poco han cambiado las cosas, al menos en términos de las expectativas iniciales del culto. 
Así, el culto se desploma. Los fieles, que se habían comprometido a fondo, que habían hecho todas las cosas que se las había dicho que debían hacer, se dan cuenta de que eran inútiles, que la "carga" no llega. El culto se desploma. Y después comienza de nuevo, en cualquier otro lugar cercando, con una forma ligeramente  diferente. Pasa un año, un par de años y surge una nueva profecía. De acuerdo con el autor inglés K. O. L. Burridge, en su libro Mambu, un excelente estuco sobre los movimientos Cargo en Nueva Guinea, la constante regeneración de las actividades de este movimiento indica que hay algo básicamente satisfactorio en las propias actividades del culto aún cuando no den resultado. En otras palabras, entrar en las actividades de los Cultos Cargo, pasar por todo el aparato de conversaciones, creencias y compromisos, hacer los sacrificios y abandonar el pasado, realizas los actos rituales en preparaciones del futuro y después sentarse en espera de que llegue, todo eso refleja aparentemente la existencia en el hombre de una necesidad muy profunda. Y si podemos, aunque sólo sea eso, sentarnos y abrir nuestros ojos un poco, y darnos cuenta de lo que está pasando, podemos ver ese proceso por todas partes. Es una pauta básica de un sueño-mito común a todos, incluso a aquellos que se creen a sí mismos civilizados. 
Se quiere pasar por la experiencia del Culto Cargo y hacerlo así repetidamente. No sólo los nativos de Nueva Guinea, las islas Salomón, las Nuevas Hébridas o África del Sur, no sólo los negros sino también los jóvenes chinos y los blancos occidentales, cada uno de nosotros encuentra vitalmente importante la experiencia Cargo, en cualquiera de sus formas. La idea de Burridge, y yo estoy de acuerdo con él. es que necesitamos constantemente reajustar, rediseñar y conjuntar en nuevas formas los símbolos básicos de nuestro sueño-mito. Y no importa si este sueño-mito es completamente ingenuo, totalmente legendario, o si tiene una base teológica, o realista, política, científica o cualquier otra. La profunda función de un Culto Cargo no es la "carga", sino más bien unir a una comunidad. 
¿Qué hay de la actividad que nosotros los católicos estamos desplegando ahora en nuestros intentos de renovación? ¿No tiene algunas de las características del Culto Cargo? No hago estas preguntas con mala intención. Creo que sería verdaderamente útil para nosotros considerar, desapasionada y objetivamente, la posibilidad de que también nosotros estemos involucrados en la marea de la mentalidad Cargo que, primitiva o altamente perfeccionada, esta arrasando al mundo en todas direcciones. 
El mito es necesario e inevitable. El inconsciente tiene un tremendo papel que jugar en todo lo que hacemos. Es parte de nuestro sueño-mito occidental asumir que todo lo que hacemos tiene que ser lógico, muchas veces nos permitimos, desde luego, el ser verdaderamente ilógicos.
Consideremos la guerra del Vietnam. Nos metimos en ella considerándonos como una especie de hermano mayor que acude a ayudar a su hermano pequeño. Pero ¿quién era ese hermano? El pequeño hermano vietnamita, al que estábamos tratando de ayudar, de repente resulta ser un hermano comunista, que nosotros no consideramos hermano en absoluto sino una encarnación del diablo. Y esto, súbitamente, arrolla todos los elementos de hermandad en nuestro desencantado sueño sobre nuestras relaciones con los vietnamitas. 
¿Y qué hay con nuestro sueño-mito católico? ¿No resulta que es claro en la teoría pero ambivalente en la práctica? En el sueño hay, indudablemente, algunos elementos extraños y complejos que justifican matar por amor.
¿Qué vamos a hacer con esa inconsciencia?
Puede ser que el mito material de los Cultos Cargo, que tendemos a descartar como raros, irrelevantes y arbitrarios, contenga una verdad fundamental que revelarnos, de la que podríamos aprovecharnos sólo si pudiéramos descodificarla y aplicar su mensaje, que hace mucho tiempo que no logramos ver, a nuestras vidas mal dirigidas. 

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