lunes, 24 de noviembre de 2014

Los cultos del Pacífico Sur (IV)


Explorando el mito de los dos hermanos (parte de un Culto Cargo que surgió no hace mucho en Nueva Guinea), Burridge nos saca literalmente de nuestras profundidades de hombre blanco. Los dos hermanos acaban separados, debido a un acto accidental cometido por un hermano que mata un determinado tipo de pez y, al hacerlo así, viola un tabú. Como resultado de esa acción, los dos hermanos quedan separados por un océano. Uno de ellos, el que mató al pez, queda en desventaja. Nunca es inteligente ni tiene tanto éxito como el otro. Siempre se mantiene al nivel de la cultura primitiva, mientras que el hermano más adelantado adquiere todo tipo de nuevos conocimientos y bienes. 
El mito trata de explicar la diferencia entre el kanaka (el nativo de Nueva Guinea) y el hombre blanco. Y el mensaje se reduce a esto: Todos los hombres somos hermanos, y que a unos las cosas les vayan mejor que a otros se debe a que los primeros están mejor dotados y tienen mayores habilidades que los otros, lo que significa que sean esencialmente mejores que los tos. Significa, simplemente, que casi por casualidad evitaron errores, dieron con las respuestas correctas. Podría haber pasado a la inversa. El nativo de Nueva Guinea pudo haber dado primero con las respuestas correctas y progresado antes. Algunos hombres son más afortunas que otros, pero no superiores. Siguen siendo hermanos. 
Mientas el nativo se aferra a su "inferioridad" y al sentido de culpa, instalados en él por las superiores dotes y prosperidad del hombre blanco, llega a una verdad básica. Se dice a sí mismo: "No tienes por qué sentirte culpable porque eres negro. Eso non significa que tú seas peor. No tienes que sentirte culpable porque el hombre blanco tiene carga y tú no. Eso no es un signo de que seas malo. Tampoco lo es de que estés desamparado. Tu puedes, y debes, tener también carga".
Es una cosa extraordinaria, porque es también el sentido del movimiento del Poder Negro en Estados Unidos; sólo que el Poder Negro lo expresa con un mito raro y primitivo: los negros en todas partes padecen es esa tremenda crisis de identidad, luchan con un sentimiento de culpabilidad por ser negros y tratan de llegar a la conclusión de que ser negros no significa ser malos. En el Poder Negro, como en el movimiento Cargo, el negro busca establecer su identidad cmo la de un ser capaz de conseguir la igualdad por sí mismo en vez de esperar a recibirla, como un regalo benevolente, del hombre blanco y en los términos determinados por el hombre blanco. 
El hombre blanco nunca ha llegado a entender esto. Falla completamente a la hora de recibir ese mensaje de los Cultos Cargo. Y por el contrario, su respuesta esta hecha de miedo y de incomprensión. Siente que una especie de magia, misteriosa y horrible, está siendo utilizada contra él, usualmente como los norteamericanos blancos menos inteligentes piensan que el movimiento de no-violencia de Martin Luther King era, en cierta manera, una amenaza y un ataque contra ellos. 
A mí me parece enormemente importante que aprendamos a leer en los movimientos Cargo lo que aquí es real para, así, ayudar a librarnos nosotros mismos de esta terrible superstición de la superioridad blanca. Pero, en vez de ello, sentimos que tenemos la única respuesta y que, lógicamente, estamos dispuestos a ayudar a nuestro hermano negro. Lo que ocurre es que la ayuda que le es ofrecida en términos arrogantes, vanos y autocomplacientes. Sólo les ayudamos a ser exactamente lo mismo que nosotros, mientras que, al mismo tiempo, hacemos imposible que llegue a ser igual a nosotros. Lo colocamos en una posición imposible y después nos preguntamos por qué se siente angustiado. 
Toda la gente que no es blanca, todos los carentes de privilegios del mundo, parecen sentir un enorme anhelo por la auténtica reciprocidad con el hombre blanco, simbolizada en un comer juntos, sentados en torno a la misma mesa, aceptándose mutuamente y compartiendo los mismos alimentos. Jesús elevó este gran gesto humano al rango de alta dignidad religiosa en la Eucaristía. Pero con cuánta frecuencia a este gran signo de hermandad que es la Eucaristía le ha sido robado su auténtico significado. Cuantas veces ha significado todo menos lo que realmente ser supone que debía representar: los ricos y los pobres, los blancos y los nativos sentados a la misma mesa para comer juntos. Los colonos blancos y los indígenas nunca se sientan juntos para celebrar una auténtica comida en casa. Si el hombre blanco quiere compartir su comida con el nativo, le deja una lata de carne en conserva en la puerta de atrás de su casa y le dice: "Aquí tienes, cómetela"" Se la tira al nativo con se la tiraría a un perro. No hay la menos reciprocidad moral. 
Esta molesta verdad comienza a quedar clara. ¡Nuestro sueño.mito blanco exige reciprocidad con los que no son blancos porque acepta como un axioma nuestra total superioridad sobre todos los demás! Lo mismo que los nativos de los Mares del Sur, también nosotros tenemos un sueño-mito, pero el nuestro es profundamente anticristiano e, incluso, profundamente inhumano. Hasta cuando tratamos a las gentes no-blancas como humanos, los seguimos tratando como humanos inferiores. Incluso cuando pensamos que estamos siendo correctos, nobles y justos con ellos, estamos viviendo y actuando como en un sueño que hace imposible la nobleza y la justicia. Cuando somos amables y liberales con ellos, nuestra amabilidad y liberalidad no están exentos de un racismo inconsciente. Eso es lo que, entre otras coas, trata de decirnos el Black Power. 
Nuestro sueño-mito está estrechamente ligado a la autoadmiración que nos produce el hecho de que sabemos cómo hacer dinero. Tenemos ese secreto, el secreto de Cargo, que nuestros inferiores no tienen. Desde luego, pretendemos querer compartirlo con todo el mundo. Nos gustaría que todos vivieran con la misma abundancia que nosotros. Pero no pensamos lo que decimos. Lo que realmente queremos es utilizar a nuestros inferiores en nuestro propio provecho. Invertimos en ellos del modo adecuado para que los países subdesarrollados se mantengan sometidos a nosotros. Nuestro sueño-mito se conserva a sí mismo si, con lazos económicos y culturales, mantenemos a todo el mundo sujeto a nosotros. 

(Texto extraído del libro "Amar y vivir" de Thomas Merton)

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